Para que la vocación sea sostenible en el tiempo, es clave que los veterinarios traten la propia salud con la misma rigurosidad con la que tratan a sus pacientes.
A continuación, se presenta una guía de principios fundamentales para encarar el nuevo año con una perspectiva de salud integral:
Es vital establecer una frontera clara entre la actividad profesional y el hogar. Acciones simbólicas, como el cambio de indumentaria al finalizar la jornada o la elección de actividades recreativas en el trayecto de regreso, ayudan al cerebro a procesar el fin de la actividad laboral, reduciendo el ruido mental antes de entrar al entorno personal.
El contacto constante con el sufrimiento animal y el duelo de los tutores genera un desgaste único. Reconocer estos síntomas como una respuesta natural y no como una debilidad profesional es el primer paso. Se recomienda la búsqueda de espacios de supervisión o diálogo con colegas para procesar los casos de alta carga emocional.
En una era hiperconectada, el uso de mensajería instantánea para consultas no urgentes fuera del horario laboral es un factor de estrés crónico. La definición de horarios de atención digital y el uso de herramientas de respuesta automática profesional permiten proteger el tiempo de descanso necesario para la recuperación cognitiva.
El ritmo de trabajo a menudo impide descansos prolongados. No obstante, la implementación de pausas de cinco minutos cada dos horas para hidratación y ejercicios de respiración mejora la concentración y disminuye el riesgo de errores médicos derivados de la fatiga.
La ansiedad laboral afecta a todo el equipo de trabajo. El bienestar colectivo nace de una cultura organizacional que priorice la comunicación abierta y el apoyo mutuo entre veterinarios, técnicos y personal administrativo.
La salud musculoesquelética es la base de la longevidad profesional. El uso de mesas de altura regulable, técnicas correctas de sujeción y el uso de calzado técnico son inversiones preventivas esenciales para evitar lesiones crónicas que afecten el desempeño y el ánimo.
Si bien la actualización científica es una obligación ética, el equilibrio se alcanza cultivando intereses ajenos a la medicina. El desarrollo de habilidades en áreas no veterinarias permite una plasticidad cerebral que, paradójicamente, refresca la visión diagnóstica al regresar a la clínica.
Existe una tendencia profesional a focalizarse en los resultados adversos. Es fundamental dedicar tiempo a reconocer las recuperaciones exitosas y los diagnósticos precisos. Llevar un registro de los "casos ganados" ayuda a mitigar el sesgo de negatividad propio de las profesiones de salud.
La creencia de que el veterinario debe ser omnipresente es una barrera para el bienestar. Confiar en la capacidad del equipo de apoyo y delegar tareas administrativas o técnicas permite al médico concentrarse en la toma de decisiones clínicas, optimizando su energía.
El concepto de "Una Salud" también debe incluir la salud del propio veterinario. El autocuidado no es un acto egoísta, sino una responsabilidad profesional: solo un médico en equilibrio puede ofrecer la excelencia que sus pacientes y la sociedad demandan.
Adoptar este decálogo no significa trabajar menos, sino trabajar mejor y durante más tiempo. Que el 2026 sea el año en que la pasión por curar no implique el sacrificio de quien cura.
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