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sábado 02 de agosto de 2025 - Edición Nº2347
Vet Market » Profesión » 23 jul 2025

Compromiso social

El veterinario como indicador de violencia

Más allá del cuidado animal, el médico veterinario ocupa un lugar estratégico en la detección temprana de violencias en el hogar y la comunidad. Su rol como profesional de la salud lo posiciona como un actor clave en la prevención y abordaje integral de situaciones de riesgo.


En el ejercicio de la profesión veterinaria, hay momentos en los que el deber va más allá de lo clínico y técnico. Uno de esos momentos se presenta cuando los signos de maltrato animal revelan un problema mayor: la violencia en el entorno humano. Cada vez más estudios y programas comunitarios reconocen al veterinario como un “predictor de violencias”, un observador privilegiado que puede alertar sobre situaciones de riesgo ocultas en hogares y comunidades.

 

Un rol con implicancias sociales profundas

Los vínculos entre el maltrato animal y la violencia interpersonal -como el abuso infantil, la violencia de género o el maltrato a personas mayores- están sólidamente documentados. En muchos casos, el primer indicio de un entorno violento es el estado de los animales de compañía. Lesiones inexplicables, signos de negligencia crónica, cambios repentinos en el comportamiento del animal o actitudes defensivas del tutor durante la consulta pueden ser señales de alarma.

El veterinario, al tener acceso a los hogares a través de sus pacientes no humanos, está en una posición única para detectar estas señales. Pero para actuar como predictor de violencias, debe contar con herramientas éticas, legales y formativas que le permitan intervenir adecuadamente.

 

Prevención primaria desde la consulta

En la clínica, el veterinario puede aplicar una mirada atenta y humanizada: observar las dinámicas familiares, escuchar sin juzgar, y registrar conductas que puedan evidenciar situaciones de abuso o negligencia. En este contexto, su rol no es juzgar, sino sospechar con criterio profesional y activar redes de protección si fuera necesario.

Existen protocolos en varios países que permiten derivar estos casos a servicios sociales o autoridades competentes sin vulnerar el secreto profesional. En Argentina, algunos municipios ya incluyen al veterinario en redes intersectoriales de prevención de violencias.

 

Formación y compromiso ético

El abordaje de las violencias desde la veterinaria requiere de una formación transversal en bioética, salud pública, psicología y derechos humanos. Facultades y colegios profesionales deben incluir estos contenidos en sus programas y capacitaciones, así como generar espacios de reflexión sobre el compromiso social de la profesión.

El compromiso ético de quienes ejercen la medicina veterinaria debe incluir no solo el bienestar animal, sino también el de las personas y comunidades con las que se vinculan. Reconocer, intervenir y derivar situaciones de violencia no es una opción: es una responsabilidad.

 

Una mirada ampliada, una acción transformadora

En tiempos donde la violencia se manifiesta de múltiples maneras, el veterinario puede y debe ser parte de la red de contención. Identificar riesgos, colaborar con otros profesionales de la salud y actuar desde una mirada preventiva convierte su rol en una herramienta valiosa para la protección integral.

Porque cuando se salva a un animal del maltrato, muchas veces también se está salvando a una persona. Y en esa intersección, silenciosa pero poderosa, la medicina veterinaria puede marcar una diferencia profunda en la vida de muchos seres vivos.

 


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