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martes 22 de octubre de 2024 - Edición Nº2063
Vet Market » Profesión » 3 may 2021

Vínculo humano-animal durante la pandemia

El análisis de AECVA sobre "La pandemia y el auge de las mascotas"

En los últimos meses los especialistas que integran la Asociación de Etología Clínica Veterinaria Argentina vienen observando un incremento en las consultas etológicas de pacientes con patologías del comportamiento. Muchas de ellas están relacionadas con el vínculo humano-animal durante la pandemia.


Desde el inicio del lookdown o confinamiento puesto en marcha en la mayoría de los países para hacerle frente a la Pandemia de SARS-CoV-2, muchas personas han experimentado estados emocionales diversos y hasta desconocidos, pero sin duda la sensación de soledad producida por el aislamiento atravesó a gran parte de la población.

Según algunos estudios y estadísticas, la adopción de animales de compañía se incrementó en los primeros meses del 2020 hasta un 40 % en ciudades europeas, como por ejemplo Madrid1.

En nuestro país padecemos una carencia crónica de estadísticas demográficas de animales que nos permita avalar o rechazar esta sentencia, sin embargo algunas observaciones fenomenológicas parecen ir en el mismo sentido2.

 

 

El vínculo humano animal beneficia en gran medida a las personas, ya que fortalece la autoestima y las relaciones sociales, disminuye la sensación de soledad evitando la depresión, favorece la empatía, crea sentido de responsabilidad y sensación de felicidad.

También existe gran evidencia que favorece el mejor funcionamiento del sistema inmunológico, circulatorio, baja la presión arterial, en algunos segmentos de la sociedad pueden incluso representar un soporte emocional imprescindible para relacionarse con el mundo exterior. Poder conectarse con una especie no humana y ser consciente de las necesidades de otro ser que utiliza otro sistema de comunicación diferente enriquece la percepción del mundo.

Algunos estudios indican que aquellas personas que tenían un animal de compañía transitaron mejor los días de aislamiento, con menores tasas de patologías psiquiátricas nuevas o preexistentes y de estrés3,4.

Pero no todo es color de rosa y ese "enamoramiento excesivo" puede ser devastador para aquellos perros y gatos que son humanizados.

Muchas veces atendemos pacientes que no poseen sus necesidades básicas cubiertas como especie, sobre todo las relacionadas a su naturaleza comportamental. Darle de comer, poner un plato de agua, seguir un calendario vacunal... eso es relativamente sencillo. Lo difícil es entender las particularidades de las percepciones, los aprendizajes y las conductas relacionadas que tiene una especie que, si bien evolucionó con nosotros, no ha dejado nunca de ser diferente. Esa falta de entendimiento nuestro se convierte en un “destrato” hacia ellos que con el correr del tiempo puede evolucionar en serios problemas de conducta, tales como ansiedad, agresión, marcación inapropiada o excesiva (urinaria, fecal, ungueal y facial), Hiperapego, destrucción de mobiliario, déficit de socialización intra e interespecífica (contra otros perros o contra las personas respectivamente), miedos y fobias, sólo por mencionar algunos problemas frecuentes.

 

 

Las personas suelen referir que su perro o gato "son parte de la familia"; pero lo cierto es que cuando estamos ante dichas situaciones, ese vínculo comienza a desgastarse e incluso se rompe, generando malestar para todos. Los tutores comienzan a atravesar la convivencia con sus animales con mucha angustia, temor y frustración, hasta que algún integrante de la familia evidencia este descontento y así, el fantasma del abandono y o la reubicación se hace presente.

Cuando se incorpora un animal al grupo familiar se debe ser consciente del compromiso con la vida que se está cuidando, incluso en los estadios de enfermedad. Los posibles gastos veterinarios, más allá de la alimentación y plan sanitario básico, deben ser tenidos en cuenta. Ser conscientes del tiempo y espacio físico del cual disponemos.

No es lo mismo incorporar un gato que un perro. En el caso del gato se lo considera solitario o sociable facultativo, y establece un lazo afectivo estrecho con su territorio (la casa) que trata de no modificar salvo en casos de extrema necesidad mientras que los perros son seres sociables que necesitan convivir con otros. Es por eso que resulta necesario analizar la forma de vida que llevamos con anterioridad a la adopción. Las horas fuera de casa, la disponibilidad de tiempo para paseos, las vacaciones que nos tomamos, son variables fundamentales que nos hace decidirnos por una u otra especie, más allá de los gustos personales.

De manera ideal se debe planificar la llegada del nuevo integrante a la familia, no sólo para preparar el hogar, sino también para poder elegir al individuo adecuado para cada familia.

 

 

Nunca se debe seleccionar impulsivamente un animal por el aspecto físico o la raza de moda. Siempre es positivo buscar asesoramiento del médico veterinario para evaluar las características del grupo familiar y la compatibilidad con ese individuo en particular, tomando en cuenta factores tales como la composición del grupo (personas y otros animales y características propias de cada uno de ellos), las rutina de las personas (tanto en momento de aislamiento como en la etapa posterior), las características de la vivienda, del barrio, etc. y en algunos casos puede ser recomendable un cachorro, un juvenil o un adulto dependiendo de todo lo anterior. Hay detalles fundamentales como son conocer a los padres, el medio en donde se desarrolla y cría ese animal y el período de permanencia con la madre y los hermanos. Es fundamental también la calidad de las interacciones y contacto con otras especies, en especial con los humanos, además de su sociabilización con distintos tipos de personas (niños, ancianos) y con otros animales como gatos, pájaros u otros perros, si en su hogar de destino convivirán con ellos. Todos estos serán puntos críticos a evaluar antes de la adopción.  

 

 

En el caso de animales adoptados a veces se carece de esta información por lo que es recomendable el seguimiento cercano del individuo para detectar en forma temprana aquellas conductas que es necesario corregir para actuar lo antes posible.

En el caso de la compra de animales de compañía, se debe realizar una evaluación del criadero respecto a la infraestructura presente, sanidad, cantidad de animales y variedad de razas criadas, para buscar referencias del mismo. Para ello conviene consultar con el médico veterinario sobre qué cosas observar en el lugar. Es importante recordar que también es función del médico veterinario la selección del criadero y del animal más apropiado para esa familia por lo que puede solicitarse su servicio.  

Si la crianza se da en casa de familia como situación única, deberíamos observar el estado sanitario de los espacios y de los cachorros, así como también las características de la madre y eventualmente el padre. Deberíamos constatar en lo posible la edad real del cachorro y su destete, que en lo posible no debiera ser inferior a los 45 días (ideal 60 días). La madre es la primera maestra del cachorro y no podrá enseñarle a controlar la mordida y cómo comunicarse si ella misma no lo conoce.

En el caso de animales con registro de pedigree se puede constatar todos los datos en la Federación correspondiente. Evitemos la adquisición de animales por internet con entrega en el domicilio del adoptante, sin constatar antes esos detalles. Si por razones de distancia nos es imposible acudir al criadero o casa de familia origen del cachorro, pidamos recomendaciones y analicemos los testimonios. Suena cruel, pero la realidad observada es que durante la Pandemia el "delivery" también les llegó a los animales de compañía, y las consecuencias de esa forma de adopción la veremos a mediano plazo.

 

 

Si existiera la posibilidad de elección del cachorro entre varios, ya sea compra o adopción, consultar con el médico veterinario que características debemos tener en cuenta. Como decíamos más arriba, es fundamental lo que la familia adoptante pueda brindarle al nuevo animal (tiempo, espacios y salidas) pero también hay que observar la conformación del grupo familiar, las edades, si hay personas solas o algún integrante que le tiene miedo a determinadas razas de perros.

En particular cuando se adopta un gato, también se debería tener en cuenta su origen (si nació en un departamento, casa o en el campo, etc.), su temperamento, el grado de socialización que haya logrado y las características del adoptante (experiencia previa con gatos, características del grupo familiar y de la futura vivienda). Infelizmente muchas veces se da por hecho que cualquier gato puede vivir en un departamento de un ambiente, que puede estar solo todo el tiempo que el propietario necesite salir y que debe entretenerse solo, con lo que pueda. Así se favorece la presentación de gatos aburridos, irritables, obesos, sillones rotos, personas frustradas y a menudo lesionadas.

Podrían existir vivencias preexistentes en ese cachorro que a futuro demandan un trabajo específico, a fin de evitar problemas comportamentales: son los trastornos del desarrollo o (menos frecuentes) los eventos traumáticos. En estos casos, si el adoptante conoce su historia, puede actuar preventivamente mediante el asesoramiento de un veterinario especialista en comportamiento, lo cual mejorará sustancialmente el futuro vínculo humano-animal, convirtiendo la adopción en un hecho doblemente positivo.

 

 

Es frecuente que el veterinario reciba un animal adoptado o adquirido sin asesoramiento previo para un control clínico y/o aplicar el plan vacunal, en estos casos es fundamental que se tome el tiempo en esas consultas para indagar y poder realizar un programa de prevención de problemas de salud física y comportamental (mental/emocional). Hay un período sensible y muy corto, en el cual perros (aproximadamente hasta las 12 semanas de vida) y gatos (aprox. 9 semanas) necesitan ser expuestos a todos los estímulos de manera supervisada, gradual y amigable para lograr ser sociabilizados adecuadamente, lo cual puede llevar más o menos trabajo, dependiendo de cada caso y cada individuo en particular. El veterinario clínico es quien puede evaluar si ese paciente amerita una derivación al especialista en etología clínica. Siempre hay mejor pronóstico cuando las consultas son tempranas.

Desde AECVA hemos observado en los últimos meses, un incremento en las consultas etológicas de pacientes con patologías del comportamiento como: Trastornos de Ansiedad, Ansiedad por Separación, Hiperapego 2º, Sociópatas (intra e interespecífica), en gatos cistitis idiopática, alopecias psicogénicas, por citar algunas. Consideramos que éste fenómeno pudiera haberse debido al aislamiento social más estricto llevado a cabo durante el año 2020, con una convivencia mucho más estrecha y forzada, entre los tutores y sus animales domésticos, lo cual puede haber favorecido una dependencia en lo vincular y cambios socioambientales, llevando a desequilibrios en la manada-familia que pudieron resultar en agresiones hacia los otros animales y los humanos. Así también la falta de interacciones sociales adecuadas en los momentos críticos del desarrollo, pudo haber favorecido agresiones a humanos y animales extraños. Por otro lado, las pocas posibilidades de paseos, la falta de actividades al aire libre con contacto social (socialización) y la falta de acostumbramiento a estímulos ambientales (habituación), también se podrían haber combinado para generar, en ciertos casos, a fobias de distinta etiología.

 

 

Como Médicos Veterinarios Etólogos y -especialmente- como Asociación que los nuclea, consideramos primordial que el Veterinario Clínico incorpore preguntas sobre el comportamiento de los pacientes en su anamnesis: cómo se comporta en el ámbito del hogar, la relación con sus tutores, con otras personas, animales convivientes y contactos ocasionales, y observar también cómo responde a diferentes estímulos. Deberá ser receptivo también a considerar como de importancia los accidentes por mordedura (aún sin consecuencias graves) y aquellas conductas que en un primer análisis puedan parecer "manías" del animal o situaciones "graciosas". Así, el profesional podrá asesorar correctamente a su cliente y, en caso que considere apropiado, hacer la interconsulta con el MV Etólogo. Todo esto con el objetivo de una detección temprana y un tratamiento preventivo de cualquier posible problema o patología del comportamiento. De esta forma mejoraremos no solo el bienestar de los pacientes, sino también ayudaremos a armonizar la relación tutor-animal doméstico.

Como reflexión final consideramos que siempre los tutores deben procurar asesorarse antes de incorporar un animal a sus vidas, buscando información científica y profesional con el Médico Veterinario. Esto nos permitirá cuidar su salud de manera integral y disfrutar de su compañía como todos queremos, respetando las diferencias de especie y enfrentando momentos difíciles como una verdadera "manada".

 

Autores: Médicos Veterinarios Balsa Marina; Galasso Vanina; Giménez Roberto; González Santiago; Pollacchi Daniela; Raton Laura;  Robotti Omar; Singermann Jesica; Vai Silvia.

Edición Final: Med. Vet. Roberto F. Giménez

 


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