Durante años, la prevención de ectoparásitos se centró casi exclusivamente en los perros, dejando al gato en un segundo plano. Persiste así un mito peligroso: que el felino, gracias a su meticulosa higiene, es menos susceptible a las garrapatas o capaz de eliminarlas por su cuenta. Sin embargo, la evidencia clínica revela un escenario muy distinto. La garrapata en el gato es un riesgo real, a menudo ignorado hasta que el cuadro ya es grave.
El falso amparo de la “autolimpieza”
La lengua del gato, con sus papilas filiformes, funciona como un eficiente mecanismo de limpieza. Puede remover suciedad y algunos parásitos, sí, pero no es infalible. Las garrapatas buscan zonas ocultas e inaccesibles durante el acicalamiento: interior de las orejas, cuello, axilas, ingles y espacios interdigitales.
Una vez adheridas, no solo comprometen la piel. En gatos con acceso al exterior -incluso ocasional- o que conviven con perros, el riesgo de infestación es mayor y la detección suele ser tardía.
Más que una molestia: vectores de enfermedades
El verdadero peligro de la garrapata radica en su rol como vector biológico. Aunque la pérdida de sangre rara vez es crítica en adultos sanos, estas “jeringas sucias” pueden transmitir enfermedades graves y de evolución rápida.
Entre las patologías más relevantes:
- Micoplasmosis felina (Anemia Infecciosa Felina)
Provocada por Mycoplasma haemofelis, que se adhiere a los glóbulos rojos y desencadena su destrucción. Causa anemia severa, letargo marcado y puede requerir tratamiento intensivo.
- Cytauxzoonosis felina
Una enfermedad protozoaria potencialmente fatal. Genera fiebre alta, ictericia, anorexia y dificultad respiratoria. El diagnóstico suele llegar tarde debido a su progresión acelerada.
- Enfermedad de Lyme y Ehrlichiosis
Aunque menos frecuentes que en el perro, pueden afectar al gato con signos clínicos difusos: cojera intermitente, apatía, pérdida de peso y fiebre.
Un llamado a la prevención responsable
Dejar atrás la idea del “gato autosuficiente” es fundamental. En lo que respecta a garrapatas y otros ectoparásitos, la prevención debe ser constante y específica, utilizando collares, pipetas o comprimidos formulados exclusivamente para gatos.
NUNCA USAR EN GATOS PRODUCTOS ANTIPARASITARIOS DE USO CANINO. Numerosos productos para perros contienen permetrina, una molécula segura para ellos, pero altamente tóxica para los gatos. Incluso pequeñas dosis pueden provocar temblores, convulsiones, hipersalivación y cuadros neurológicos graves.
La garrapata no es un problema menor ni una molestia estacional: es un vector capaz de comprometer seriamente la salud felina. Por eso, la revisión manual periódica -especialmente después de salidas al exterior- y la consulta veterinaria de manera periódica son herramientas clave.
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