La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) presentó recientemente las Directrices para el Rewilding, un marco internacional que busca orientar la práctica de la renaturalización o rewilding como estrategia esencial frente a la crisis ecológica global.
El documento parte de un diagnóstico alarmante: la humanidad ya ha superado varios límites planetarios y el 96% de la biomasa de mamíferos del planeta corresponde a humanos y su ganado, un indicador extremo de defaunación y desequilibrio ecológico.
El rewilding, explican los autores, no es una simple restauración ambiental, sino una filosofía ecológica y social. Su meta es “dar a la naturaleza el espacio y el tiempo para determinar su propia trayectoria”, permitiendo que los ecosistemas recuperen su dinámica interna, su biodiversidad y su resiliencia frente al cambio climático.
Parte 1 de las Directrices: Una visión dirigida por la naturaleza
Las Directrices estructuran su primera parte en torno a una visión ecológica y social integrada. El rewilding se define como una restauración “dirigida por la naturaleza y habilitada por los humanos”, en contraposición al paradigma tradicional de manejo ambiental controlado.
La propuesta se apoya en tres ejes principales:
- Fundamentos ecológicos: restaurar procesos naturales como la depredación, la competencia y la dispersión de especies, reintroduciendo especies clave o ingenieras de ecosistemas —como los castores o grandes herbívoros— que modelan y regeneran los hábitats.
- Sistemas socioecológicos: entender que la renaturalización involucra también un cambio cultural, donde las comunidades humanas redefinen su relación con el entorno.
- Cambio climático: promover la captura de carbono y aumentar la resiliencia mediante la restauración de humedales, bosques y suelos degradados.
- Las Directrices condensan sus principios en cinco orientaciones esenciales: restaurar ecosistemas funcionales, planificar a gran escala, basar las acciones en evidencia científica, incorporar pensamiento sistémico y garantizar la participación de las comunidades locales.
Parte 2 de las Directrices: De la teoría a la práctica
La segunda sección del documento detalla cómo implementar proyectos de rewilding mediante un enfoque de Teoría del Cambio (ToC), que incluye cinco etapas:
- Involucramiento de actores,
- Creación de una visión común,
- Evaluación ecológica y social,
- Planificación de intervenciones y
- Gestión adaptativa.
Las intervenciones de rewilding se clasifican en dos modalidades:
- Rewilding pasivo: reducir presiones humanas como la tala o el pastoreo, permitiendo que la naturaleza se regenere por sí sola.
- Rewilding activo: aplicar acciones deliberadas como la reintroducción de especies, la creación de corredores ecológicos, la restauración de incendios naturales o la gestión de especies invasoras.
Monitoreo, evidencia y cambio de paradigma
Las Directrices para el Rewilding subrayan la necesidad de un monitoreo constante y basado en evidencia científica, utilizando ecosistemas de referencia para evaluar el progreso. Además, proponen incorporar indicadores socioeconómicos y culturales -como el Análisis del Paisaje Social- para medir el impacto del rewilding en las comunidades.
El uso del concepto de capital natural se destaca como una herramienta clave para comunicar el valor ecológico y económico de los ecosistemas restaurados, promoviendo una visión integradora entre conservación y desarrollo sostenible.
Hacia una nueva relación entre humanidad y naturaleza
Con este marco global, la UICN invita a gobiernos, científicos, comunidades y organizaciones a repensar su rol en la conservación. El rewilding deja de ser una utopía ecológica para convertirse en una estrategia práctica y necesaria en tiempos de crisis climática y pérdida masiva de biodiversidad.
Como resume el documento, “el rewilding no busca volver al pasado, sino permitir que la naturaleza tenga futuro”.
Descargar aquí el documento completo (en inglés).