El ingreso de un cachorro al hogar suele asociarse con alegría, compañía y bienestar. Sin embargo, un reciente estudio del Royal Veterinary College (RVC), en el Reino Unido, demostró que la experiencia no siempre resulta tan sencilla: el 37,3% de las familias manifestó que criar un cachorro fue más difícil de lo previsto, en especial en hogares con niños pequeños.
El trabajo, parte del programa “Cachorros Pandémicos”, incluyó la participación de 382 adultos y 216 niños, y analizó la convivencia familiar antes y durante la pandemia de COVID-19.
Principales dificultades detectadas:
- Problemas de comportamiento: mordisqueo, saltos y juegos bruscos fueron los más reportados.
- Riesgos en la interacción niño–perro: abrazos y caricias intensas, muy valorados por los niños, aumentaron el riesgo de mordeduras.
- Carga de cuidados desigual: la responsabilidad recaía principalmente en los adultos, en especial en las madres.
- Expectativas incumplidas: un 21% de cuidadores expresó que sus hijos asumieron menos responsabilidades de las esperadas.
- Estrés y frustración: algunas familias incluso consideraron el realojamiento del cachorro, siendo los problemas de conducta la principal causa.
Implicancias para la práctica veterinaria
Los hallazgos del RVC refuerzan la necesidad de que los veterinarios amplíen su papel más allá de la atención clínica, incorporando una función educativa y preventiva. Algunas áreas clave de intervención son:
- Asesorar en la etapa de preadopción, ayudando a las familias a comprender las exigencias de un cachorro.
- Orientar sobre conducta y socialización, incluyendo pautas para prevenir comportamientos no deseados.
- Educar sobre interacciones seguras niño–perro, promoviendo supervisión activa y lectura del lenguaje corporal canino.
- Favorecer una distribución realista de responsabilidades, reduciendo la sobrecarga en un solo miembro del hogar.
- Detectar signos tempranos de estrés familiar, para prevenir situaciones de abandono o reubicación.
Un rol veterinario cada vez más integral
La Dra. Rowena Packer, autora principal del estudio, subrayó que los niños tienden a buscar contacto físico con los perros cuando se sienten tristes o aburridos, lo que puede resultar estresante para los animales. Por eso, señaló que es indispensable que los padres aprendan a guiar y supervisar estas interacciones.
Por su parte, la Dra. Zoe Belshaw, coautora, destacó que la sobrecarga en las madres es un factor crítico a considerar, y que el entusiasmo inicial de los niños suele disminuir con el tiempo, dejando la mayor parte de las tareas en los adultos.
La llegada de un cachorro a una familia con niños puede ser una experiencia enriquecedora, pero también un desafío que requiere preparación, apoyo y acompañamiento profesional.
Para los veterinarios, este estudio reafirma su papel como educadores y aliados estratégicos de las familias, contribuyendo a lograr hogares más seguros, responsables y armónicos, donde el bienestar animal y humano vayan de la mano.