La relación entre humanos y perros se remonta a miles de años, evolucionando desde una asociación simbiótica para la caza y la protección, hasta la profunda conexión afectiva que hoy conocemos. Esta coevolución ha dado lugar a una diversidad asombrosa de razas, cada una con características únicas, pero todas unidas por la capacidad inherente de ofrecer amor incondicional.
En homenaje a estos maravillosos animales de compañía, cada 21 de julio se celebra el Día Mundial del Perro, una fecha que trasciende lo anecdótico para reivindicar el lugar central que ocupa este animal en la vida de las personas.

La nobleza del perro no es una cualidad sentimental atribuida solo por su cercanía afectiva. Etólogos y neurocientíficos coinciden en que los perros desarrollan vínculos sociales complejos, pueden detectar emociones humanas y mostrar respuestas empáticas.
En la actualidad, su función va mucho más allá de la compañía doméstica. En el campo de la salud, por ejemplo, los perros de asistencia -adiestrados específicamente- prestan servicios a personas con discapacidad visual, movilidad reducida o trastornos del espectro autista. En el ámbito de la salud mental, la terapia asistida con animales ha demostrado beneficios significativos en pacientes con depresión, ansiedad y estrés postraumático.
Sin embargo, esta estrecha convivencia con el ser humano también impone responsabilidades. Organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) promueven campañas de tenencia responsable, vacunación antirrábica, control poblacional ético y prevención del maltrato. El abandono de perros sigue siendo una problemática global: se estima que más de 200 millones de ellos viven en situación de calle en el mundo.
Por eso, este 21 de julio es una oportunidad para visibilizar el valor de nuestra relación con los perros. Para reflexionar sobre su bienestar, sus necesidades y derechos y el profundo lazo que, con su mirada atenta y su lealtad inquebrantable, continúan fortaleciendo cada día.
El perro no es solo “el mejor amigo del hombre”. Es, posiblemente, el compañero más fiel que ha tenido la humanidad en su evolución. Su nobleza no está en la obediencia, sino en su disposición constante a estar presente, a dar sin esperar, y a enseñarnos -con su mera existencia- las formas más puras del vínculo.