Pasear al perro es una práctica que no solo beneficia al perro, sino también al paseador.
Un equipo de médicos especializados en gerontología del Trinity College de Dublín (Irlanda), llevo a cabo un estudio sobre la asociación entre pasear al perro con la movilidad, las caídas y el miedo a caerse en la vejez. Los resultados fueron publicados recientemente en el Journals of Gerontology.
El objetivo del estudio llevado a cabo en Irlanda fue evaluar si pasear al perro con regularidad estaba asociado con una menor probabilidad de caídas, miedo a caerse y problemas de movilidad en una gran cohorte de personas mayores.
Los participantes -unas 4.100 personas de ≥60 años que no tenían perro o que no los paseaban con regularidad- tuvieron que pasear a un perro con regularidad ≥4 días a la semana.
Las caídas y el miedo a caerse se midieron a través de autoinforme. En tanto, la movilidad se midió mediante las pruebas de Timed-Up-and-Go (TUG).
Según la investigación, quienes pasean al perro con regularidad tienen un 40% menos de probabilidades de sufrir caídas inexplicables.
El beneficio de pasear al perro no se limita solo al ámbito físico, ya que también se observó una reducción del 20% en el miedo a caerse, un factor que influye directamente en la calidad de vida y la independencia de los adultos mayores.
Sabido es que más allá de los aspectos físicos, pasear al perro permite a las personas reducir el estrés, sociabilizarse y conectarse con la naturaleza.
Para el perro, el paseo permite cubrir sus necesidades básicas, fortalecer su salud física, estimular su mente, sociabilizar con otros animales y personas, y mejorar el vínculo con su tenedor responsable.
Antes de comenzar el paseo deberá tenerse en cuenta ciertas condiciones como la seguridad, el lugar, el clima y la duración. Es importante consultar al médico veterinario sobre estos y otros aspectos.