Sanidad en acuarios
¿Por qué enferman nuestros peces?
Cuando a los Veterinarios que trabajan en Clínica de Pequeños les consultan por peces ornamentales enfermos, si entienden algo del tema, podrían caer en el error de intentar aplicar el tratamiento que resuelva la patología que ven, pero ¿estamos seguros que solo con eso vamos a resolverles el problema a nuestros clientes?
La mayor parte de las veces la patología por la que nos consultan es solo un emergente y lo más importante que tenemos que brindarles es el conocimiento sobre el manejo y la alimentación que les permitirá evitar que sus peces se enfermen, en definitiva, como en cualquier otra rama de la medicina, es preferible prevenir que curar.
Sabemos que la aparición de enfermedades se debe a la interacción del agente, el huésped y el medio ambiente, y por eso es tanto o más importante determinar los problemas de manejo y ambientales como saber cuál es la patología que los animales presentan en ese momento.
Por eso antes de encarar el estudio de las enfermedades en sí, deberíamos estudiar las condiciones mínimas de mantenimiento de un acuario comunitario, para luego pasar a los parámetros específicos para cada especie. Cuanto más sepamos de estos animales más posibilidades tendremos de evitar que enfermen y de curarlos.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que estamos hablando de animales de compañía y por eso, en nuestros hogares, dependen totalmente de las condiciones que les brindamos, tanto para su mantenimiento como para su alimentación y cuando estas no son las adecuadas sin duda enferman, y por eso insisto en que las principales causa de enfermedad y muerte en las peceras de los aficionados son ambientales y/o de manejo.
El primer punto a tener en cuenta, para prevenir la entrada de agentes patógenos es la cuarentena. Es importante tener una pecera dedicada especialmente para esto, y debe ser usada cada vez que se adquiere un nuevo animal, ya que es muy frecuente que se desarrolle un brote luego de comprar un pececito e incorporarlo al acuario comunitario. La misma precaución debe tomarse con las plantas, caracoles y otros adornos que se agreguen y provengan de lugares donde haya peces (ríos, estanques e incluso peceras de acuarios comerciales) aunque estos se vean saludables.
Algunos de los parámetros del acuario o del recipiente que tendremos que tener en cuenta para el diagnóstico son: el tamaño y forma, la química del agua (pH, salinidad, dureza, compuestos nitrogenados, etc.), los sistemas de filtración, la temperatura y la iluminación.
Entre los factores biológicos los más importantes son: la edad de los animales enfermos, la especie, la presencia de plantas e invertebrados (caracoles) y las interacciones intra e inter-específicas.
Es muy común que un acuario comunitario contenga una mezcla arbitraria de especies de peces de distintas regiones del mundo y por lo tanto con requerimientos diferentes en cuanto al agua, la temperatura, la luz, etc. Es posible que lo que es adecuado para una especie no lo sea para otras y hasta llegue a matarlos.
La mayoría de los peces que pueden adquirirse en los comercios son juveniles. Si existieran las condiciones adecuadas, y nuestros peces crecieran, podríamos encontrarnos después de un tiempo, que animales que adquirimos con el mismo tamaño pero que pertenecen a especies distintas acaban teniendo tamaños tan disímiles que pueden llegar a comerse entre ellos o por lo menos provocarse heridas considerables.
Algunas especies necesitan vivir siempre en grupo, otras que como juveniles son gregarias como adultos son territoriales y se producen constantes peleas. Algunas cambian su comportamiento durante la reproducción, los escalares por ejemplo, que generalmente conviven perfectamente en un acuario comunitario, comienzan a agredir a los otros peces hasta quedarse con toda la pecera si esta no es lo suficientemente grande. Los betas machos suelen agredirse ferozmente entre ellos aunque generalmente son tímidos con otras especies.
En cuanto a los factores que se relacionan con el manejo podemos mencionar: la alimentación, la entrada reciente de peces o plantas al acuario, los cambios de agua totales o parciales (porcentaje del volumen del acuario y frecuencia), la colocación de piedras, troncos o caracoles comprados o recogidos de cursos de agua pero no desinfectados correctamente, y el uso dentro de la habitación de insecticidas, desodorantes, pintura, etc.
En peces la alimentación es generalmente a base de alimentos balanceados que, cuando se trata de un acuario comunitario, no cubren completamente las demandas de las especies más exigentes. Por otra parte el uso de alimento vivo también puede encarnar el riesgo de la entrada de enfermedades ya que en muchos casos se recoge directamente de la naturaleza.
Llegado el caso de tener que atender peces enfermos se comienza con la anamnesis como en cualquier otro tipo de animal. Las preguntas tienen que ser claras, sin utilizar en lo posible términos científicos que pudieran confundir al encargado o propietario de los animales. Se preguntan cosas comunes a otras especies como: ¿come?, ¿defeca?, ¿de qué color?, ¿presenta movimientos anormales?, ¿se rasca contra objetos?, etc., y otras específicas de los peces como: ¿cada cuánto cambia el agua ?, ¿qué porcentaje?, ¿cuándo fue la última vez?, ¿utiliza algún filtro?, ¿hace controles químicos del agua?. Se pueden hacer infinidad de preguntas que pueden aplicarse a casos específicos. Para preguntar se requiere un gran conocimiento de parte del veterinario, acerca de las especies, los sistemas productivos y las necesidades de mantenimiento.
Parte de la anamnesis puede continuar durante la inspección y el resto de la exploración si es que surgieran dudas.
La inspección es fundamental en los peces. Se observan: conformación, deformaciones, tamaño de los ojos, coloración, estado de la piel y las aletas, postura de las aletas (aletas replegadas), forma de nadar, movimientos anormales, frotarse contra objetos, respiración, relaciones inter e intraespecíficas (peleas, persecuciones, competencia por el alimento), respuesta a estímulos como el de huida o a la alimentación, para lo cual es conveniente que no se los alimente antes de la revisación, etc.
Ya que los peces cambian de color según su estado jerárquico, reproductivo, sanitario, mimetismo, etc., hay que estar acostumbrado a ver peces y su ambiente para detectar ciertas anormalidades.
Lo que aparenta ser gordura podría ser ascites, o una hembra cargada de huevos o incluso la conformación normal en algunas razas de Carassius. La temperatura y el fotoperíodo pueden modificar el comportamiento y el apetito de los peces. Algunas actitudes posturales o de natación que aparentan ser anormales son lo normal en ciertas especies, por ejemplo: nadar con una inclinación de 45º es normal en algunas especies de “pez lápiz” pero no lo sería en una Carpa donde indicaría, posiblemente, un problema de vejiga natatoria.
Además de la inspección de los peces se debe observar su entorno: el color y el olor del agua, presencia de algas y otra vegetación, si hay otros animales muertos en el agua, cantidad y tipo de refugios para las especies más tímidas (en acuarios comunitarios), iluminación, etc.
Luego, si la especie lo permite y la patología lo justifica, tendremos que pescar al pez o los peces y proceder a la palpación. Puede darnos datos de la presencia de líquido en abdomen o la consistencia de algunas deformaciones corporales (masas sólidas, quistes, etc.). Durante esta maniobra también podemos ver la respuesta de los reflejos oculomotor y de huida (al intentar atraparlo), los que nos dan idea del estado de su sensorio.
No pudiendo hacerse habitualmente en peces, percusión ni auscultación, pasamos a los métodos complementarios. Los más importantes en acuicultura y acuarismo son: química del agua, coloración y microscopía del moco cutáneo, necropsia, histopatología y bacteriología. En algunos casos podemos agregar (aunque no sea nada frecuente) ecografía, radiología, biopsias, análisis de sangre y materia fecal, etc.
Para terminar insisto en que para poder interpretar correctamente toda la información recabada, debe tenerse en cuenta que las causas subyacentes, de casi todas las patologías, son: problemas de manejo, inadecuada alimentación, pobre calidad de agua por fallas en los sistemas de filtración o de recambio, parámetros físicos o químicos inadecuados para la especie (pH, dureza, conductividad, temperatura, iluminación, etc.) y en general cualquier causa de estrés. Esto nos da idea de que todo este proceso semiológico no debiera terminar en el diagnóstico etiológico, su pronóstico y posible tratamiento, sino que debería complementarse con indicaciones concretas a las personas encargadas para que puedan corregir los problemas de base, caso contrario volverán a aparecer, en poco tiempo, otras enfermedades oportunistas.
Autor:
M.V. Ricardo A. Di Lisio
Docente Autorizado de la UBA, Especialista en Clínica Médica de Pequeños Animales UBA,
Diplomado en Gestión y Producción Acuícola.